LLEGADA DE FRANCISCO PIZARRO AL TAHUANTINSUYO
Después de veinte días de navegación pasaron por la Isla de Santa Clara y poco después avistaron la Isla de Puná, ambas frente a Guayaquil, en Ecuador. Cerca de Puná se encontraron con una flota de balsas tumbesinas, cuyos tripulantes saludaron amistosamente a los hispanos. Por medio de indio Felipillo los españoles pidieron conocer Tumbes y los balseros los guiaron hacia sus playas. Era diciembre de 1527, y Francisco Pizarro llegó por primera vez al país que hoy llamamos Perú.
Los tumbesinos (de la etnia Tallán) acogieron bien a los barbudos, incluso les enviaron alimentos a su navío. Un noble de origen cusqueño llegó con los regalos y fue cortesmente recibido por Pizarro, quien escuchó su invitación para conversar con el apunchic (gobernador incaico) en la ciudad.
Entonces, el jefe español envió al soldado Alonso de Molina y un esclavo guineo con regalos (un puerco, un gallo y cuatro gallinas) para el representante del Sapa Inca (Huayna Cápac) en la región. El apunchic y sus yanaconas (servidores) se sorprendieron con los cantos del gallo y, sobre todo, con el color de africano, a quien llevaron agua para que se pueda lavar y clarificar. Al regresar al barco, Molina describió lo hermosa, ordenada y rica que era la ciudad de Tumbes. Tenía grandes palacios, templos, depósitos y viviendas de piedra, con preciosos jardines irrigados por muchos canales. Además, su gente llevaba bellos adornos de oro y plata. Pizarro, incrédulo envió al griego Pedro de Candia, quien confirmó las maravillas que había relatado su compañero. Entonces, el capitán extremeño agradeció a Dios por el hallazgo y levó anclas para seguir explorando la costa norte del rico Tahuantinsuyo, el Imperio de los Incas. Continúa aquí >>
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